Catarsis interior
Anónimo
PARTE 1. LA DISOCIACIÓN DE MI REALIDAD
Ojalá sentir cada latido, cada suspiro,
como si fuese el primero,
como si no fuese rutina.
Ojalá sentir (me),
sentir que estoy viva,
que mi cuerpo me pertenece.
Ojalá sentir que mi vida es mía,
que no es un objeto
roto y usado por todos
(menos por mí).
Ojalá sentir que lo que me distingue del resto no se lo lleva el viento,
que puedo volar sin tener que ser lo que todos esperan de mí.
Ojalá ser, estar, parecerme a mí,
a lo que era antes de este teatro.
Ojalá sentir que estoy aquí,
(¿estoy realmente aquí?),
sentir que existo,
reconocer algo de mí en el espejo.
Pero cada vez que me acerco…
la imagen se emborrona,
no me deja ver(me),
por dentro;
como una disociación de mi realidad,
como una separación de mi identidad,
como un olvido de mi personalidad.
No estoy aquí.
Me ves, me sientes,
pero yo a mí ya no.
Me puse tantas barreras para esconderme de mí…
¿Para qué?
Si no tenía nada que tapar.
Todas las murallas se han derrumbado, y ya no queda nada.
Sólo polvo y ruinas.
¿A qué protegían?
¿A quién protegían?
En lo alto de la torre ya no había nadie,
ninguna princesa esperando a ser rescatada. No había nada.
Estaba vacía.
¿Dónde estoy?
Solo sé que una vez pude ver lo que había detrás del
espejo, empecé a correr la maratón de mi vida
y fui directa a un laberinto sin salida.
Quise huir, escapar, desaparecer
zambulléndome en ese cristal del muro,
pensando que podría sobrevivir volando y no cayendo.
Pero esa imagen no paraba de perseguirme.
No importaba la distancia que hubiese recorrido,
o cómo de lejos estuviese del punto de partida.
Ella siempre iba conmigo.
¿Quién soy yo? ¿Dónde estoy?
Ojalá olvidarme de quién era
dejar de estancarme en mis errores,
en mi propio barro.
¿Y si estoy volviendo hacer lo mismo que la última vez?
Escondiéndome de todos.
Huyendo de mí.
Construyéndome otro muro.
Cerrando todas las puertas.
Quitando las ventanas.
Creándome mi propia celda.
Sentenciando mi propia condena.
Prohibiendo a todos la entrada (incluso a mí).
Impidiendo conocerme.
Doy golpes a este muro a ver si consigo romperlo otra vez…
pero nada más que consigo (romperme) los nudillos.
Dejando este rompecabezas sobre mí sin resolver pues aún
no sé qué hay escondido en la torre,
encerrado con llave,
protegido con miles de cerrojos.
Pues aún no he descubierto mi valor.
Salgo de mi escondite,
embarrada de pies a cabeza.
Soy esclava de mi propio fantasma.
Y sigo corriendo.
Aunque no sé hacia dónde.
Ojalá mi corazón lo supiese.
Ojalá mi corazón lo recordase.
Pero sigue anestesiado, atrapado.
Porque vivir era un sueño y yo ya me he dormido.
Me he alejado ya tanto de esta sombra, de
este fantasma que me atormentaba, que era
el motivo de mis pesadillas… que ya no
oigo ni siquiera mis propios pasos.
Creo que ambos,
nos hemos perdido.
PARTE 2. ESPEJITO, ESPEJITO
- Espejito, espejito, ¿a quién veo en tu reflejo? No reconozco a nadie (y mira que lo intento), pero cada vez que me asomo para ver lo que hay, tu imagen se asusta y empieza a alejarse. Cada vez que me acerco, la persona de dentro empieza a huir de mí. Escapa tan lejos que no soy capaz de verla. Tan sólo quiero conocerla… ¿voy tras ella?
- Estoy atrapada. He intentado huir de ellas tantas veces… o incluso romper estas paredes de cristal que no paran de recordarme lo que era y que vienen, todas a una, a por mí. No sé qué quieren de mí, yo solo quiero huir, escapar, desaparecer… pero esa imagen no para de perseguirme y siempre acaba por encontrarme. ¿Y si me rindo? ¿Y si dejo que ella me vea? ¿Qué es lo que querrá de mí realmente?
- Por fin se para. Parece que llevo corriendo toda una eternidad. Como si el reloj de arena hubiese dado mil vueltas… Y por fin la veo. Voy empapadísima de sudor, pero ella va embarradísima y con un montón de heridas de tanto haberse tropezado. No se me ocurre otra cosa que acercarme, y aunque está temblando y con miedo, la abrazo, y ella se deja abrazar.
- El camino de vuelta a casa…
PARTE 3. TRATADO A LA LIBERTAD
Esclava de mi propio fantasma.
Perseguida por mi propia culpa.
Encadenada en mi propio tropiezo, pues es mi cuerpo quien me frena, quien impide que me levante de la cama para dar un paso más, quien se aferra a los barrotes como si fuesen su mayor tesoro.
Condenada a pena de muerte por mi propio silencio. Pues no encuentro razones para defenderme ni motivos que hagan creer a este juez, que es también el guardián de todos mis ruidos, que estos gritos son de inocencia: “Culpable, me declaro culpable de este crimen que es mi vida, pues ando rompiendo unas normas que me he impuesto a mí misma, poniéndome en mi propia contra, fallando a mis sentidos. Me declaro culpable por haberme sido infiel tantas veces”.
Como quien vive dando vueltas en su propio ombligo, sin saber que no hay salida dentro de sí. Como subir a una noria de altos y bajos, y solo mirar al suelo, mareado, sin siquiera fijarse en las vistas que tiene delante, sin mirar al que se ha sentado al lado, sin disfrutar de la atracción, simplemente fijándose en que no puede salir… Como si vivir encerrada en mi propia cabeza fuera descansar… Pues qué cansado vivir todo el rato pendiente de uno mismo, de escuchar hasta quedarse dormido los cuentos de este fantasma, que me susurra sus errores al oído y me canta sobre las historias del pasado que ya no se pueden borrar, haciéndome bailar al compás de sus cadenas, que van al ras del suelo y suenan como latigazos, mirando sus pies ir de derecha a izquierda, de izquierda a derecha, aprendiéndome el ritmo de memoria, sin poder olvidar el sonido de metal queriéndole atravesar la piel. Sin fijarme en que todo era un vals bajo la luna…
Y al dormir sueño con ser libre… con liberarme de mí.
¿A qué sabe la libertad?
¿A qué huele el sentirse vivo?
¿A cuánto estoy de tocar las nubes?
¿De qué color es el viento?
¿Cuál es la canción que grita al alcanzar mi piel, que baila al quedarse enredado por mi pelo y que me cuenta el secreto de los que ya lo consiguieron?
Si pudiese deshacerme de estas cadenas…y correr tan lejos… ¿Es que acaso la libertad puede compararse con la cobardía? Pues parece que estoy huyendo, dejando atrás a este fantasma que tanto me ha acompañado, dejando atrás al guardián de mis silencios, del que tanto me he encariñado, al que tanto me he aferrado… ¿Es que acaso la libertad se puede comparar con la valentía? Pues al final me estoy revelando contracorriente, me está dando el viento de cara y llevo mi melena por bandera rumbo al sol. ¿Es que acaso ser libre es zarpar sin rumbo, sin tener nada claro cuál es tu destino? ¿Pero y si la libertad no es nada de eso? ¿Y si la libertad es llevarme a este fantasma de la mano y hacerle bailar al ritmo de mis sueños, hacerle mirar a la luna, llevarle al compás del viento, hacerle volar aun con las cadenas puestas?
¿Quién dijo que la libertad estaba en salir de la celda? ¿Es que acaso el ave, que vive feliz en su jaula, no es también libre? ¿Es que acaso, si le abrimos la puerta para que salga, no preferiría quedarse donde conoce que hay descanso y comida a la incertidumbre de no saber a dónde ir aun pudiendo volar? ¿Es que acaso el corazón no anhela otra cosa que sentir que pertenece a un sitio, que tiene un hogar?
¿Y si la libertad no es otra cosa que contemplar con una mirada nueva la jaula en la que habitamos?¿De descubrir que dentro de estos barrotes hay todo un salón de baile inmenso, esperando a que entremos para que la Vida nos invite a bailar? Lo cierto es que, yo no es que encuentre el descanso de mi corazón en esta celda, pero a veces si en este fantasma, que comprende y lleva conmigo las heridas que me dejan estas cadenas y que escucha también mis sueños tras despertarme, queriendo compartirlos conmigo en vez de seguir quedándose despierto todas las noches, mirándome y protegiéndome, temiendo que sea eterna la condena, a que nunca me despierte para volver a invitarme a bailar.
No sé cómo cumpliré mis sueños, lo que si se es con quién los haré realidad. Hay una vida aquí dentro esperando a ser descubierta.
Querido fantasma, vamos a ver cuán de largas son estas cadenas, en vez de intentar cortarlas o quitárnoslas. Vamos a descubrir juntos qué es la libertad…
- Y así es como ese fantasma se convirtió en el ángel de mi guarda
PARTE 4. GÉNESIS
Quise empezar(me) de cero, aunque sabía que no podría.
Quise reconstruir(me) este muro y hacerlo de cristal para que mi vida fuese más transparente, más verdadera, más autentica… Aunque sabía que no tendría la fuerza suficiente para derrumbarlo. Aunque sabía que eso iba a suponer dejar ver entre la arena dorada las cenizas de esas plumas que se quemaron, que fracasaron en su vuelo y han acabado enterradas bajo nuestro castillo en la playa.
Quiero recomenzar(me), recrear(me). Pero esa tarea ya empezó años atrás con ese
“Hágase la luz”. Y ahora no puedo parar el reloj, darle la vuelta.
Quiero volver a soñar(me), imaginarme en otro sitio, en otra realidad distinta a esta en la que vivo, hacer real y papable el cielo.
“Y vio Dios que era bueno”. Y siguió creando y soñando en un alma mejor… ¿Y si hasta esas cenizas han sido para un bien mayor? ¿Y si no han sido fracasos u obstáculos (piedras con las que tropezar en el camino), sino escalones que me han hecho subir?
No puedo borrar lo que soy, ni lo que he sido. No puedo recomenzar mi historia y volverla a escribir desde el principio. Tengo que avanzar la trama, continuar caminando y permanecerme fiel en cada cosa que haga, elegir qué ladrillo colocar, qué paso dar (si hacia delante o hacia atrás, si hacia mis sueños o hacia mis fantasmas, o seguir andando en círculos…), qué decir, qué hacer en cada momento, a dónde ir y a quién amar(me).
Todo es parte del proceso, todo es parte del camino. No hay nada que no sirva para avanzar, aunque parezca un pozo sin fondo, un túnel sin final… siempre hay una
cuerda, siempre hay una luz, siempre hay un pedacito de esperanza que nos abre las puertas del paraíso, siempre hay hueco para la misericordia.
Todo pasa por algo, nada tiene un sinsentido, todo tiene una razón, aunque a veces esa razón sea la de seguir estando vivos.
Hasta los árboles hacen morir sus hojas en otoño para luego resucitar. No es que plantemos una nueva semilla y la veamos crecer de nuevo, el árbol sigue con sus mismas raíces, con su mismo tronco y corteza (rasgada y marcada por el tiempo y sus circunstancias), pero sigue floreciendo, sigue dando fruto, sigue creciendo y subiendo, consiguiendo estar a un paso más cerca del cielo, consiguiendo rozar las nubes, atisbar el vuelo de los pájaros. Solo cambia sus hojas, se desnuda de ellas para luego revestirse del color de la esperanza. La resurrección de los árboles, pequeños milagros de primavera, una Pascua perenne.
El cambio y el sufrimiento en la vida son necesarios y, ambos, inevitables, catástrofes naturales con energías renovables que destruyen y erosionan, pero dan pie a nuevos principios (o precipicios, pues desde ellos puedes asomarte al vacío y elegir si tirarte y caer o volar).
¿Acaso la lluvia no me calará los huesos, empapándome entera, enjuagando mis pupilas, regando mis entrañas? Y aun así sigo bailando bajo ella... ¿Y este huracán no hará que mis aurículas y ventrículos se ventilen? Tan solo tengo que dejar las ventanas abiertas de par en par y las persianas subidas del todo para dejar pasar a la aurora, para convertir mi vida en otro nuevo amanecer.
El cambio y el sufrimiento no son una pérdida, sino una ganancia inagotable de lecciones, una oportunidad para seguir aprendiendo y madurando el fruto, para estar a un salto más cerca del cielo.
Prefiero vivir sufriendo a morir sin haber sentido todo tan fuerte, con tantas ganas, a morir sin la esperanza de poder después resucitar. No podría vivir sin sufrir pues nunca aprendería a levantarme. Y no podría sufrir sin esperanza, pues entonces solo estaría
sobreviviendo. Nadie te enseña a cómo morir sino tu propio sufrimiento; a mudar y cambiar de hojas, piel y costumbres, de mirada, dirección y vestido, pero nunca de destino (ni de sentido).
Luchar para ganar a la vida, morir en el intento, resucitar, levantarte y volver a desenvainar las armas del corazón, que derrama gotas de limpia y ardiente esperanza.
Dicen que el verdadero amor no te hace sufrir. Yo digo que el amor que no te hace
sufrir, cambiar, no te hace vivir en plenitud. Quien no hace que sus hojas secas y sus frutos podridos se caigan por el bien del otro, o incluso por el propio bien, no deja florecer la rosa, se queda solo con las espinas. Y el amor no es solo este camino de pétalos de rosa sino un jardín repleto de lirios y violetas, girasoles y amapolas, tulipanes y petunias, margaritas y dalias, claveles y orquídeas, helechos, abetos, cerezos, pinos y encinas…
El amor es una escuela de supervivencia ante la alergia al polen, ante el dolor de vivir y morir al mismo tiempo. El amor te hace vulnerable y la vulnerabilidad te hace más humano. El amor te hincha los pulmones de un aire nuevo, te hace respirar. El amor te da alas para saltar del precipicio y volar sin caerte al vacío. El amor te mantiene vivo, te renueva por dentro y por fuera, te reconstruye, te hace más transparente, aunque también más frágil (como el cristal), te hace más verdadero, consolidándote en lo que eres y a lo que estabas destinado a ser: una criatura amada.
Locos enamorados de la caída que, al caerse, han visto las estrellas y ahora no quieren dejar de levantarse, que han visto y encontrado el tesoro que había bajo tierra, entre barro y apariencias.
El Amor mismo es el que te crea, el autor de todo resquicio de belleza, el artífice de toda realidad.
Y menos mal que no tiene que empezar de cero, sino que sigue creando y sigue
soñando para seguir sumando y, poco a poco, logrando todo lo que una vez no pudiste ser, todo lo que una vez no conseguiste.
“Y vio Dios que todo era bueno”. Y sigue fallando y tropezando hasta caer en el acierto de sufrirnos, para morir habiendo amado.
PARTE 5. CONCLUSIÓN
A veces siento que vivo con una extraña, que hay una persona distinta viviendo en este cuerpo, como varias versiones de mí misma que desconozco y que salen a la luz cuando menos me lo espero. Como una extranjera en mi propia vida. ¿Y quién soy realmente? ¿Qué me define? ¿Soy lo que muestro o lo que escondo? ¿Soy lo que he sido o lo que quiero ser? ¿Soy mis errores, mis malas decisiones? ¿Mis aciertos? ¿Mis deseos o sentimientos? ¿Qué es realmente ser uno mismo? ¿Cómo ser? Creo que lo que verdaderamente me define es lo que elija ser hoy, aquí y ahora. Que los errores y fallos que he cometido no son los que me caracterizan sino la manera en la que yo decida hoy como sobrellevarlos. Mi libertad sobre ellos, y sobre mis sentimientos, es la que me va a dar las alas que necesito para volar. Pues cada mañana tengo una nueva oportunidad de elegir algo más grande, un motivo mayor por el que seguir. Tengo la oportunidad de elegirme, de elegir quererme, de elegir el amor por encima de todo. De elegir la realidad sobre la apariencia, para dejar de intentar ganarme a la vida y dejar que la vida me gane y me conquiste, abrazándola en la derrota.